Paul Ricouer está muerto. Coincidentemente, en el último número de la revista Tópicos Vicente de Haro hace una reseña de su libro La memoria, la Historia, el olvido. Hay una errata en el título. Dice: "Hstoria" en lugar de "Historia". He comenzado a leer la reseña. Y mientras lo hago, recuerdo no sólo que Vicente fue lo suficientemente amable como para prestarme Tiempo y narración, también recuerdo que no entendí nada de aquél libro y nada de esta reseña.
De Haro tiene otra reseña en este número de Tópicos, dedicado al tema de Dios. La otra reseña es sobre Deleuze. Deleuze tenía las uñas larguísimas. ¿Han visto alguna de sus fotografías? Vi una en el número de mayo de La Tempestad. Da asco. ¿Cuánto más le habrán crecido en su ataud? ¿Tuvo ataud o lo incineraron?
Entonces, Ricouer está muerto y yo estoy feo. Y De Haro tiene una mente privilegiada y le va al América. Una cosa no está relacionada con la otra. Hoy, al llegar al trabajo (me gusta esto de "llegar al trabajo", suena como si fuera una persona muy estable y muy normal), me lo encontré en los pasillos de la facultad. Lo saludé con alegría porque lo considero mi amigo y él, resplandeciente, me dijo: "¿Cómo viste a esa máquina imparable que es el América? Nadie nos puede detener". Estuve a punto de decirle que no me gustaba el fútbol pero me pareció inútil.
Su reseña sobre Deleuze es sobre el libro Diferencia y repetición, dos conceptos que no comprendo pero que me vendría útil comprender para la tesis que trabajo. He comenzado a leer esta reseña y entiendo más que sobre la de Ricouer. Pero no los aburriré con esto.
Soy feo, decía. Me prometí escribir sobre esto, a pesar de que en este momento no es algo que vea claro y distinto. Es decir, en este preciso momento no me considero del todo feo, ni nada, para esos efectos, pero recuerdo que hace un par de días me di cuenta, como si fuera una gran verdad en un claro que se hubiera revelado, que soy feo. No sólo que no soy atractivo, no, sino que puedo llegar a ser repulsivo. Y me pregunté qué era lo que me vieron el par de niñas que conozco y a las que les he gustado. Tal vez lo semejante llama a lo semejante. O tal vez adivinaron, sobretodo las que nunca me dijeron que me consideraban guapo pero a quienes les gustaba pasar tiempo conmigo, que era inseguro. Mi gran atractivo, podría ser, es mi personalidad. ¿Mi sentido del humor? ¿Mi franqueza? ¿La poca autoestima? Puedo imaginar perfectamente a una depredadora interesándose en una frágil criatura con poca autoestima.
¿Cómo se junta la gente fea? ¿Es una resignación? Debe serlo.
En realidad conozco pocas personas atractivas. De mis amigos sólo algunos tienen simetría en sus rostros. Yo tengo simetría, pero mi perfil es, digamos, torpe. Cuando voy en el auto y tengo a una amiga en el asiento del copiloto me pregunto cómo me verá de perfil, y me siento incómodo.
Estoy exagerando, estoy forzando esto, no me trago nada de lo que he escrito, a pesar de que sé que es verdad. Oh, qué sabia es la naturaleza.
Resumen: Ricouer está muerto, soy feo, mi amigo Vicente de Haro escribe reseñas en una revista de filosofía y Deleuze tenía las uñas tan largas que se le enroscaban.
2 comments:
Pensé casi lo mismo casi a la misma hora. Menos aquello de "lo feo que soy". Primero, porque sería fea, no feo. Segundo, porque no soy fea, aunque a veces --cuando estoy deprimida y encerrada en una buhardilla que pocos conocen pero muchos se imaginan-- lo piense. Todo lo demás lo pensé. No, tampoco pensé en las uñas largas de Deleuze. Me dan asco las uñas largas. Pero pensé en la curiosa manera en que confluyeron los sucesos cósmicos en De Haro: el anodino triunfo del América y la silenciosa muerte de Ricoeur. Y eso que no sé quién diablos es Guillermo.
tu amigo vicente fue mi amigo en la secundaria y que le vaya a la américa como este cuate que hacía ensayos sobre el universo y cosas en verdad de una mente en extremo curiosa e inteligente es un misterio digno de llamarle singularidad cósmica
saludos
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