Es un secreto que albergamos, el mismo que nos permite terminar una relación o dejar que el teléfono siga sonando, cuando sabemos quién llama. He tenido amigos y he dejado de verlos. ¿Por qué? Por la simple y llana razón que vive en nuestro oscuro y húmedo interior, una verdad que procuramos no nombrar pues hacerlo nos acercaría cada vez más a las máquinas y a los fríos metales, pero que permanece ahí a pesar de todo. Y sí, nos ayuda a sobrevivir. Aceptémoslo, nos caga la gente.
¿Toda? No, no toda. ¿Siempre? No, no siempre. ¿Ahora? Sí, hijo de tu puta madre.
Thursday, October 13, 2005
Misteriosa, injustamente.
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