Friday, November 11, 2005

La relación que sostengo con mi diario

Esto es un fragmento de lo que escribí el pasado 20 de octubre, en mi recién iniciado diario:

"Me pregunto si será posible que en estos textos consiga hablar sobre mí mismo, realmente, sin que aquél supuesto núcleo (en el cual, en el “fondo”, no creo) me juzgue. Hay una constante ironía de la cual no puedo despegarme y que ha conseguido cansarme. Soy demasiado joven para esto. Debería tener un mejor humor. Debería tener un verdadero núcleo. Debería ser una mejor persona. No puedo evitarlo, la ironía se cuela por todas partes, la veo en cada uno de mis amigos y también en mis pensamientos, incluso en los más inocentes. Es como si algo hubiera aterrizado, un helicóptero de escepticismo cuyas aspas aún no terminan de girar, mientras se apaga el motor. Espero que pronto se le agote la fuerza centrífuga, pero sobretodo que no esté esperando levantar en vuelo una vez más. ¿Hacia adónde iría?

En la tarde tuve una discusión sobre el desapego que parece caracterizar la escritura de Henry James, con una estudiosa del tema. La discusión me puso de mal humor por el resto del día. ¿Es posible que James sufriera por los personajes de su Otra vuelta de tuerca? Me cuesta trabajo creerlo. El malestar sólo fue comparable con la ocasión en que Margo Glantz no quiso contestarme la pregunta sobre la relevancia de hablar sobre una violencia contra mujeres, en lugar de una violencia en general. Me pregunto ahora si no habré escrito esto para hacer notar (¿a quién?) que conozco gente que escribe mejor que yo. ¿Albergo, en verdad, la idea de que soy mejor escritor que alguien? Ciertamente. Esto, como es de esperarse, me hace sentir tonto. Probablemente, al final no seguiré con este texto y le mandaré lo poco que haya escrito a alguna chica que quiera impresionar. Dios, la juventud, la carne".

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