En realidad, esas mañanas. Aún suceden, pues aún vivo con ellos, mis buenos padres, en las que me despiertan con ópera y cantos y tenores. Entre ellos, por supuesto, el recién finado Pavarotti.
Era gordo, Pavarotti.
Estoy borracho.
Quiero una mujer.
¿Soy demasiado desagradable, para una mujer?
No. Por supuesto que no.
Pero. Y. Si. ¿Lo soy?
Pues nada. Morir. Como Pavarotti. Su robusto estómago, en descomposición. Su bella voz, reproducida, en discos. Nada más. Polvo. Tierra. Olvido.
5 comments:
Please, no drama.
vamos a coger?
Ni tienes dinero.
¿Quién necesita dinero?
ay, memo, ay, óscar: el encuentro de sus frutas.
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