Leía en The Atlantic, un número atrasado (the fiction issue 2006!) un artículo de Megan Marshall titulado On academic discourse and adulterous intercourse dedicado a un subgénero de novela, "The campus novel", que no sé si está o no forzado, pues sé que ahora la gente se da a buscar nuevos géneros y subgéneros, lo cual está muy bien, así nos ocupamos.
Marshall hace esta cosa curiosa de no meterse con Bellow ni con Roth ni con Lethem, lo cual me parece genial, extirpar el lado sarcástico y ácido de ese tipo de novela y se centra en autores que, por lo visto, se dedican más a una literatura del, digamos, moving on, en novellas como We don't live here anymore de Andre Dubus. Extrañamente, de la lista que deja fuera (pues hay una lista: "Books and authors I was sorry to leave out of this discussion"), Wonderboys de Michael Chabon, entraría perfectamente en la campus-novel del "moving on".
En general, es, debo decir, un texto raro, que avanza a tropezones. Uno que se detiene poco en las cosas terribles que pueden pasar en una universidad, en un ambiente de adultos que no han crecido del todo pues se aferran a saber no saber, a no tener todas las respuestas a pesar de lo mucho que han estudiado, a esa sensación que seguramente a más de un joven académico le ha embargado, en su camino de la cafetería de vuelta a su cubículo donde pasará o bien horas estudiando o perdiendo el tiempo frente a una computadora o, como vi hace poco, jugando ajedrez en horas de trabajo. Una lección: "Don't live in a way that makes you feel dead. Take care of what matters. Isn't this why we all went to college --to find out what makes us feel alive, what materrs? But these lessons can't be mastered in just four years."
Y por eso seguimos. Y por eso, nos dice Marshall, nos siguen entregando novelas de este tipo. Esto me recordó una línea de Woolf, de su A room of one's own, donde habla sobre no traicionar la visión de uno mismo, especialmente por alguien más. No traicionarse. Woolf, quien no fue a la universidad, hablaba sobre escribir. Y no sé si ahora sea justo decir: Bueno, pero terminó en el fondo de un río. Si uno debe preguntarse: ¿cuándo es justo ceder?
Pero no. Hoy no estoy para concesiones.
La imagen la puse porque me gustó, porque quise. Estaba buscando la portada de la Atlantic de la que hablo, pero nada. Pero encontré esa de The New Yorker. Si se fijan bien, está leyendo uno de esos libros de la serie Little Brown Books.
1 comment:
Ay, ya me atrasé, carajo.
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