Tuesday, September 18, 2007

One of us

Los inválidos, los deformes nos turban espiritualmente
porque son la prefiguración de una de nuestras posibilidades.
Salvador Elizondo, Cuaderno de escritura.
Temprano por la mañana pasé por el cruce de Parroquia y Universidad. Ahí, como en muchos cruces de la ciudad, varias personas se encuentran agrupadas, limpiando vidrios de automóviles o vendiendo chicles o flores rociadas de su propia saliva. Este cruce, sin embargo, alberga a tres personas peculiares: un hombre sin extremidades (la única persona por la que he visto a una amiga llorar, y a quien llama, cariñosamente, su "duende de la suerte") que siempre manda saludos y deseos amables; un hombre que camina con torpeza y limpia vidrios y que tiene, supongo, alguna especie de parálisis, y un anciano que camina como si perpetuamente estuviera a punto de echarse un clavado. Hoy observé cómo estas personas se apoyan los unos a los otros. Una señora quería una de las flores que vendía el anciano pero como apenas puede caminar el joven de la parálisis corrió, como pudo, hasta el anciano, tomó sus flores y, de nuevo, corrió hacia el auto, que estaba a una distancia considerable. El anciano agradecía la transacción desde su lugar en la banqueta, levantando los ojos, una mano, pero no la espalda --no podía, no había manera, de que se enderezara. Estuve a punto de bajar del auto para abrazarlos y decirles que todo estaría bien pero el semáforo me dio el siga y tuve que avanzar.

1 comment:

Adriana Degetau said...

me caga esa sensación de que tienes que avanzar.