Sunday, July 05, 2009

Pero, ¿qué quiero decir realmente? ¿Que no soy el que soy?

Después de una relectura espaciada por días y que sólo atendía en mis horas de comida, pude terminar E unibus pluram de nuevo. Cosa curiosa: no recordaba de mi primera mala lectura la desconfianza que tenía Foster Wallace en el futuro de la televisión que ya se anunciaba cuando escribió el texto, en 1990. A dicho futuro Wallace lo ataca bajo el nombre de la TC-culture (de Tele-Computer) pero uno entiende pronto que se trata, en efecto, del Internet -describe un montón de televisiones cuyos contenidos son editados por los usuarios mismos, habiendo erradicado aparentemente la cabeza de la hidra; pero Wallace desconfía, digo, que tener más, con mejor tecnología y mejor editado (¡uno elige qué ver de las millones de opciones!), reduzca en un ápice nuestra dependencia a este otro mueble doméstico. A la vez, el principal argumento contra la ironía que usa Wallace respecto la televisión (la televisión ofrece recompensas vanidosas a los espectadores por ser capaces de entender que la televisión está al tanto que uno se siente culpable de ver televisión) puede ser bien utilizado respecto al mucho ingenio que se vive en la red (yo los felicito por comprender la entrada que hago en este blog al mismo tiempo que estoy muy al tanto de las limitaciones de mi ingenio o del uso de la red). Todo puede ser agotador. Y creo que sólo lo traigo a cuento porque hace unos días discutía con un amigo sobre los problemas de atacar a la ironía cuando en su lugar sólo se coloca una actitud igual de destructiva -digamos, el cinismo o la mamonería.
Hoy vi Otelo. Antes de verla, leí el capítulo que le dedica Bloom en su Shakespeare: The Invention of the Human y donde presenta a Yago como el teólogo del nihilismo, a la par del Satanás de Milton y destacado exponente de una tradición de la cual el Juez Holden de Blood Meridian sería parte. Pues bien, en algún momento Bloom habla sobre cómo esta tragedia shakespereana es tan atroz por el triunfo de Yago -y en efecto, en escena, uno nunca ve cómo se le condena o cómo se le castiga. Pues se trata de un triunfo pírrico, una fuerza desoladora, inútil en sus frutos pero la mar de efectiva. Así es la ironía (incidentalmente, no hay apenas un ápice de ironía en Otelo, ni comicidad; en la puesta en escena que vi -en la UNAM- eran precisamente los esfuerzos por introducir comicidad los más incómodos).
Y ahora, para ustedes, Foster Wallace, comparando a la ironía con los golpes de estado latinoamericanos:

"Irony, entertaining as it is, serves an almost exclusively negative function. It's critical and destructive, a ground-clearing. Surely this s the way our postmodern fathers saw it. But irony's singularly unuseful when it comes to constructing anything to replace the hypocrisies it debunks. This is why Hyde seems right about persisten irony being tiresome. It is unmeaty. Even gifted ironists work best in sound bites. I find gifted ironists sort of wickedly fun to listen to at parties, but I always walk away feeling like I've had several radical surgical procedures. And as for actually driving cross-country with a gifted ironist, or sitting though a 300 page novel full of nothing but trendy sardonic exhaustion, one ends up feeling not only empy but somehow... opressed.
Think, for a moment, of Third World rebeles and coups. Third World rebels are great at exposing and overthrowing corrupt hypocritical regimes, but they seem noticeably less great at the mundane, non-negative task of then establishing a superior governing alternative".

No recuerdo dónde leía que este era precisamente el problema del nihilismo Nietzscheano (no es casualidad, tampoco, que Bloom invoque a Nietzsche y algunos personajes de Dostoievski para hablar de Yago), muy bueno para cortar cabezas, muy malo para otra cosa. Más: creo que la clave, también, está en la intensidad de la ironía (Héctor Zagal escribió sobre este punto en particular, también); Wallace ataca, finalmente, al uso desmedido y constante de la misma. Finalmente, es, sí, necesaria la ironía para verse uno contra sí mismo (Sócrates, el tábano) pero después de un rato, en fin, párenle ya de patear al caído.

4 comments:

Douglas said...

Muy bien, pero oponerse a la ironía de plano es como oponerse, de plano y sin matices, a cualquier cosa. Hay ironías e ironías de distintos grados y naturalezas. Unas puden ser más burdas e inútiles, otras finas y de efecto catártico. A mí lo que me resulta difícil es sentarme con un libro (o con alguien) que se tome demasiado en serio a sí mismo.

Un saludo.

Guillermo Núñez said...

De acuerdo Doug, de allí la salvedad que anoto en el último párrafo -y que también anota Wallace en el texto citado. De allí, también, que mencione a Sócrates (necesarias ironías finas y catárticas). Sobre lo del libro que se toma demasiado en serio a sí mismo: recuerdo que Zadie Smith, quien admiraba a Wallace, advertía de un peligro al atacar la ironía; existe el riesgo de perder el sentido del humor.
Pero bueno, no todo el humor es irónico o autoconsciente.

Ochoa said...

leí tu post otra vez. estoy agotada.

In said...

hola