Tuesday, July 21, 2009

Tela de dónde cortar


Amazon, a control remoto, retiró de varios Kindles cientos de ejemplares electrónicos de 1984 y Animal Farm por tratarse de ejemplares "no autorizados". Leí primero al respecto en Conversational Reading, aquí. El texto del New York Times, donde se aclaran algunas de las imprecisiones de esta entrada de opinión, puede leerse acá. Es del pasado 17 de julio. El mismo día Amazon, como Dios con el diluvio, afirmó que nunca lo volvería a hacer, según leí acá. Allí leí que Drew Herdner de Amazon, declaró: "Estos libros fueron añadidos a nuestro catálogo a través de una plataforma de autoservicio por una tercera persona quien no poseía los derechos a los libros. Cuando fuimos notificados de esto por los propietarios de los derechos, retiramos las copias ilegales de nuestros sistemas y de los aparatos de nuestros clientes, y reembolsamos a nuestros clientes".
Hace unos minutos dediqué un poco de tiempo a leer algunas de las opiniones de los usuarios de Amazon en un foro de discusión (vía el mismo Amazon). Se insistía mucho en la siguiente analogía: ¿imaginamos acaso que Gandhi o El Sótano o El Péndulo entraría a nuestra casa, a escondidas, a retirar copias de libros de nuestro librero que han decidido ya no vender, reembolsándonos? (Por ejemplo, no sé, de Ediciones Coyoacán porque han descubierto, imaginemos, que se tratan de libros piratas cuyos derechos no les pertenecen o porque se presentan como ediciones completas cuando en realidad sólo son apenas un fragmento como, no sé, podría suceder con Manuscrito encontrado en Zaragoza de Jan Potocki). Además de las imprecisiones de la analogía, y del tema de la retroactividad, creo que se pasa por alto la ambivalencia general que aún se experimenta respecto al material virtual. La intangibilidad y la facilidad. En fin, da para pensar.

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