Monday, May 30, 2005

Fechas de caducidad y el encanto de Alemania

No comprendo la atracción que provoca Alemania en personas cercanas a mí, así como tampoco entiendo la manera en que me atrajo alguna vez. Alemania es aburrido, debe serlo, cuando no tienes parientes allá, cuando no estás recién casado y te ofrecen una beca o cuando quieres estar recién casado y para mantener a tu esposa, en la carrera de la filosofía, debes tener una maestría en la universidad de una ciudad alemana.
Fernando Galindo, un amigo, está estudiando su maestría en Alemania, mi hermana Mónica acompaña a su marido Bruno y a veces comen würsts y hacen parrilladas en los parques porque es lo que se acostumbra; Adriana se irá el próximo jueves para visitar a sus familiares y pasará mucho tiempo leyendo y conectándose y desconectándose a la red. A todas estas personas las extraño o extrañaré (Fernando y su novia Isabel, a partir de Septiembre, pasarán mucho tiempo en el país).
La última vez que Adriana comió en mi casa abrimos el refrigerador para tomar helado de postre. Creo que escribí al respecto, sobre las fechas de caducidad (2000, 2003) y de cómo tuvimos que tirar los helados llenos de una escarcha amarillenta.
Hoy comí salchichas con puré de papa de Kentucky Fried Chicken y cuando fui por la mostaza me sorprendí. En lugar de sacar la Helmans tomé una que se veía muy elegante y fuerte, color marrón con algunos brumos, que eran semillas de mostaza. La abrí y el interior de la tapa estaba negro. Había un centro líquido rodeado de costra marrín. Chequé la fecha: 1999.
"No puede ser", me dije, "esto lleva más de un sexenio en el refrigerador." "No puede ser", le grité a mi hermana, quien esperaba en la mesa, "esta mostaza lleva años aquí".
"¿Todavía sirve?", me preguntó. No sé, pruébala, quise contestarle, pero a preguntas necias --tiré el contenedor.
No importa, pensé, aún había otro frasco con mostaza, y que no era del Helmans. Se veía buena, de esa mostaza elegante un poco fuerte y ácida. Sin abrirla, para no llevarme más sorpresas, vi la fecha de caducidad. En una etiqueta que decía Aurrera (que ya no existe), decía: "Febrero de 1994". Tenía trece años cuando la compraron. Tres años después de su compra estaba llorando en un cuarto de Düsseldorf y leyendo a Tolkien por las noches, viendo pornografía por la madrugada, completamente enfermo de una depresión que es como la gripa. ¿Lo han notado? Se parecen mucho.

4 comments:

Anonymous said...

no sólo los alimentos caducan. eso es asqueroso, pero creo que es peor aún cuando llevas años con alguien a quien crees amar, pero luego ves la fecha de caducidad y te das cuenta que ha expirado hace mucho tiempo. m.

Alejo Cava said...

Yo ya caduque

Alejo Cava said...

Vi el otro día en la televisión el día infantil en el congreso. Una niña decía para las cámaras: "Sólo espero que los diputados no nos recuerden como un montón de niños que venimos para hablar y ya; espero que tomen conciencia sobre nuestras opiniones y peticiones y que hagan algo al respecto. Porque, si no son ellos, ¿quién lo hará?" Después le cambién a Fashion TV.

JAJAJAJAJAJAJAJA

El otro día leí en el blog de un amigo que los blogs estaban hechos para poder decir algo, para ser críticos; no auto-críticos, no, sino que era una herramienta: ¡Se le había dado voz a las masas, o al menos, a las personas con algo que decir! ¡Oh!

"blog de un amigo".... Cha! bueno ya "sali" en tu blog

Anonymous said...

y el helado era de coockies'n cream, de Haagen%&%/(como se escriba). Los helados, todos, eran Haagendas. Aunque en el conge había más y seguro todos caducos.