Thursday, October 27, 2005

Ernest Hemingway

Le pregunté a Julio Hubard, hace un par de años, si podía leer una serie de cuentos que había escrito. Fue muy amable cuando me dijo que sí. Una o dos semanas más tarde me invitó un café para platicar al respecto. En el café, a unas cuadras de su casa, recuerdo, había una niñita de unos cuatro años que estaba jugando en el suelo. Hubard me dijo: "A ver, patéala". Había un cuento en el que el personaje, un tipo que se llamaba Guillermo, confesaba o pensaba en cómo, en ocasiones, cuando veía niñitos pequeños sentía ganas de patearlos. Después, cuando nos sentamos, extendió su mano y me dijo: "Mira cabrón, es: pulgar, índice, cordial, anular y meñique". Lo decía porque en otro cuento que escribí, el personaje, que también se llamaba Guillermo, y que era muy similar al personaje de la mayoría de los cuentos de aquella serie, se preguntaba cómo se llamaba "el dedo de en medio". A la fecha no sé si esas aclaraciones me las hacía o no en serio.
La nariz de Hubard tiene el tabique delgadísimo y la punta como una bola. Practicaba box, lo cual también explica la forma de sus orejas, que eran pequeñas. Las orejas de los boxeadores, como seguramente Hemingway sabía muy bien, se llenan de sangre y cartílago tantas veces que eventualmente se deforman y endurecen. En eso pensaba cuando platiqué aquella tarde con Hubard, y en que a mí también me gustaría ser un escritor de esos, de los machos, de los de bigotes, de los que salen y viven experiencias que merecen ser contadas, cosas que suceden en España o durante una guerra; escritores que escriben de seis de la mañana hasta el mediodía y que después levantan pesas o juegan futbol americano. Y que tienen esposas frágiles.
Mi padre salió temprano por la mañana y no ha vuelto en todo el día. Sospecho que no dormirá en casa. No sé por qué pienso esto. Hace unas semanas compró una copia de Por quién doblan las campanas, con un prólogo de Juan Villoro. Mi padre no pudo avanzar demasiado porque cuando se descuidó le robé el libro. Apenas voy en el segundo capítulo. El primero me encantó. Además de El viejo y el mar, que no disfruté, es lo único que he leído de Hemingway. Alguna vez leí algunas palabras suyas sobre un vino español. En la mañana escuché llorar a mi madre. No puedo dormir.

6 comments:

Anonymous said...
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Anonymous said...

Guillermo:

Es la primera vez que leo tu blog. Bueno, es la segunda, pero la primera vez que vale, porque en la ocasión anterior fuiste tú quien me mandaste en un correo uno de los textos aquí publicados.
Ahora, fue el azar el que me condujo a tus palabras. Cada vez que hablo contigo pienso que eres un buen amigo y un tipo listo. Es diferente cada vez que te leo. Entonces pienso que eres un genio.

Mariana said...

por quien doblan las campanas no es bueno, es excelente. aplaudo y apruebo enormemente tu interés actual por los clásicos

Anonymous said...

¿clásicos? Ante el comentario de Mariana no sé si indignarme o sentir rabia, o sencillamente continuar mi lectura de los epigramas de Martialis. Pero son más de las 5:00 am, así que creo que ninguna de las anteriores. Somnvs qui faciat breves tenebras...